La hora de la empresa
Fernando Barros Tocornal Abogado. Consejero de SOFOFA
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Fernando Barros
En diversos medios, importantes intelectuales nos advierten del deterioro de nuestras instituciones políticas, judiciales y otras, que bajo el argumento de circunstancias extraordinarias pretenden limitar la libertad individual y la posibilidad de discernir por nosotros mismos y, asimismo, otros nos muestran el asomo de la dictadura de jueces y legisladores, quienes prescinden del mandato constitucional y legal que juraron respetar y resuelven o legislan, contra norma expresa, según sus propias creencias y sentimientos.
La terrible pandemia que azota al mundo y el caos que genera en la sociedad han dado renovados bríos a los contrarios al modelo de sociedad libertaria para azuzar los miedos que genera la extensión de los contagios y muertes, sumado a la proliferación de eslóganes ideológicos que han llevado a un caos de las ideas y de la coherencia con los principios que se dice defender, incluso en las dirigencias sociales y políticas.
Se busca transformar una crisis sanitaria en una crisis del modelo, del capitalismo, de la empresa, de la riqueza y de la sociedad en general, imponiendo la idea de que el mundo debe refundarse y partir, en sus modelos económicos y sociales, de cero. Un destacado economista advierte sobre el riesgo y error de predecibles consecuencias al pretender configurar proyectos de país en función de una emergencia.
Y es que a medida que, tímidamente, la neblina se va desvaneciendo y se logra una convivencia controlada con el virus, se aprecian los devastadores efectos que ha tenido sobre emprendimientos y empresas, destruyendo millones de puestos de trabajo y fuentes de generación de bienes y servicios, y de ingresos para la población y las arcas fiscales, generando sufrimiento y más pobreza en los sectores vulnerables e inseguridad en la numerosa clase media chilena que ve caer sus condiciones de vida y la esperanza de mantener el ascenso social alcanzado con mucho esfuerzo en un modelo de desarrollo exitoso, que en cuatro décadas permitió a Chile dar un salto enorme y quedar a las puertas del desarrollo.
El desafío prioritario del Chile de hoy y de los próximos años no está en transformaciones ideológicas, nueva cartas fundamentales a partir de una hoja en blanco, reivindicaciones de minorías o de cualquier naturaleza, ni para el irresponsable accionar de sectores políticos que han coqueteado con la violencia desatada hace unos meses y buscan, con mayor o menor franqueza, llevar al país a un caos que permita el derribamiento del gobierno democrático.
Chile necesita crear y/o recuperar más de un millón de empleos formales y estables, y superar el creciente flagelo de la cesantía y del hambre que se cierne sobre muchas familias de nuestra sociedad, junto con revertir la caída de la calidad de vida de muchos compatriotas. Ello no lo harán los partidos políticos ni se conseguirá con la creciente asfixia burocrática del aparato estatal ni con la expansión ilimitada del gasto público.
Para superar la crisis se requiere aceptar la evidencia de que la superación de la pobreza y el desarrollo logrado desde los 80 es mérito del emprendimiento y la actividad empresarial, y será esta misma la que nos permitirá superar la crisis, si es desarrollada en un ambiente de cooperación del Estado, con una carga tributaria baja que estimule la reinversión y que grave el consumo, y no el éxito, y con una administración eficiente del aparato gubernamental que elimine trabas burocráticas y postergue exigencias ajenas a nuestra realidad.